Tenias poer vestimenta un viejo poncho colorado: el de tu apdre; un ancho sombrero alón de Chichas, quizá esa primera
que te regalaron tus paisanos, aqui en La Paz, cuando iniciabas tu largo caminar por los caminos del Arte, domeñando el corcoveo chúcaro
de tus sueños y de tu ansiedad de comunicación con los demás...
Fuiste humilde toda tu vida, cn la humildad de los grandes,
haciendo práctica viva la sabia enseñanza de nuestros viejos maestros de la vieja escuelita "7 de Noviembre": la de que, asl espigas, cuanto
más ahitas de trigo, más humildemente inclinadas a tierra... a diferencia de las otras.
En tí cantaba permanentemente un "chihuanco", una alondra, un torcaza o una de esas "chicharras"
que endulzan las atrdes de nuestro pueblo; y en tus trinos se decolgaban en forma permanente, las simbas mozas de nuestras bellas imillas
olorosas a sudor y trabajo, a albahaca y yerbabuena...
Quizá porque en tí vivía un niño de pies descalzos, como anataño lo fueramos nosotros, amaste
por sobre todo a los niños y lo demostraste pintandolos en innumeros cuadros que tenín una similar caracteristica: la de
sus ojos tristes. Tristeza ante la vida, ante su propio olvido, ante este pelear constante en que nos hallamos permanentemente
enzarzados los bolivianos; dedicados a destruirnos y no a construir el futuro que todos anhelamos...
También quizá por eso mismo, te fuiste lejos.
Y porque te escocia en los pies el mensaje trashumante de pregonar por todos los caminos, aquellos de Europa en que encontraste
la muerte, que aqui esxistía un pueblo, tu pueblo: Bolivia, y que él sabía cantar y pintar como tú lo cantabas y lo pintabas...
Tú contabas la anécdota:
- ¿De dónde es usted, señor?
- De Bolivia, señora.
- Pero, cómo ¿no es un país de indios?
- Sí señora.