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Un cable internacional a través de los teletipos de la prensa transmitio la infausta noticia aquel
28 de enero de 1980, afirmando que habia muerto; al principio quedamos perplejos; nos resistimos a creer; pero, comunicados,
condolencias y solicitudes para que sus restos fueran repatriados, confirmaban el hecho fatalmente. Y se nos vino a la mente
el recuerdo no de la presencia fisica del connotado artista; ni de su personalidad que irradiaba con su sencillez, un extraordinario
don de gentes con amplitud de miras e inagotable fuente de amistad; sino, algo así... como que no era cierto lo que con insistencia se afirmaba
"DOMINGUEZ ha muerto..."
Nos reponemos del golpe que a todos no ha sacudido en la fibras más íntima y sensible; damos paso a la lucidez del razonamiento,
acaso filosófico, y nos preguntamos: "¿Dominguez ha muerto?" "¿Es que pueden morir los que han alcanzado la inmortalidad?".
Desde que se admite que el ser humano es una entidad compuesta de CUERPO Y ALMA; la muerte solo determina la desaparición del cuerpo,
porque el alma tiene proyección a la inmortaliad. Y Alfredo Dominguez, que como otros seres escogidos "murió de donde mís vivio: del
corazón". es INMORTAL, no solo para dios al que amó en su fe sencilla y sin duda; sino para los hombres hacia quienes proyectó su espíritu
a través de ARTE qeu cultivo con verdadera pasión y con talento inigualado.
Las raices de su vocación artistica se nuitrieron con la primera savia,
en su tierra natal, TUPIZA, a la que amó entrañablemente y a la que nunca olvido a pesar de las distancias y las fronteras
que atravesó recorriendo los caminos del arte.